Una dieta variada y rica en cítricos puede blindar el cuerpo contra las enfermedades del invierno
Edición Impresa | 8 de Junio de 2025 | 04:43

Cada año, con la llegada del invierno, se repite el mismo patrón en hospitales y consultorios: salas de espera abarrotadas, estornudos en cadena, antibióticos recetados por toneladas. Sin embargo, hay un grupo de personas que parece atravesar la temporada fría con un escudo invisible. No son parte de un estudio experimental ni cuentan con una genética privilegiada: simplemente comen bien. En tiempos donde las gripes, los resfríos y las infecciones respiratorias vuelven a ganar protagonismo, los nutricionistas advierten que la clave para prevenir muchas de estas afecciones podría estar más cerca de lo que creemos, en la góndola de frutas y verduras del supermercado.
Los médicos clínicos comentan que una de las primeras barreras que se debilita ante el frío es el sistema inmunológico. En pacientes con carencias nutricionales, aseguran, la susceptibilidad a enfermedades respiratorias se dispara. Por eso insisten en que el fortalecimiento de las defensas debe comenzar por el plato. La vitamina C se vuelve la protagonista indiscutida de esta escena, y no por moda o tradición familiar, sino por evidencia: su capacidad de reforzar el sistema inmunológico, reducir la duración de los resfríos y proteger las mucosas respiratorias ha sido ampliamente documentada. Los cítricos, como las naranjas, mandarinas, pomelos y limones, se convierten así en aliados esenciales.
Los nutricionistas advierten que no alcanza con una dieta equilibrada desde lo calórico, sino que hay que pensarla en colores. “Cuanto más variado y colorido sea el plato, más completo es el aporte de nutrientes”, explican, insistiendo en el concepto de alimentación multicolor como una forma sencilla y visual de cubrir todos los requerimientos. Las verduras de hoja verde, como la espinaca o la acelga, aportan hierro, calcio y vitaminas A y K. Las de color rojo o anaranjado, como la zanahoria o el morrón, están cargadas de betacarotenos y antioxidantes. Y los frutos cítricos, que dominan la paleta invernal con su amarillo brillante y su naranja intenso, son verdaderas bombas de vitamina C, flavonoides y compuestos antiinflamatorios.
Los infectólogos alarman sobre un error frecuente: pensar que solo los suplementos vitamínicos pueden prevenir enfermedades. “Las cápsulas pueden ser un complemento en casos específicos, pero la base siempre debe ser la alimentación”, señalan. Además, insisten en que una dieta completa favorece la producción de colágeno, mejora la salud de la piel —la primera barrera contra patógenos externos— y fortalece los vasos sanguíneos. Todo eso tiene un impacto directo en cómo el cuerpo responde frente a los virus que circulan con fuerza durante los meses fríos.
Las ensaladas, incluso tibias, con aceitunas o fiambres, son una gran opción para los mediodías / Freepik
Pero el efecto protector de una buena dieta no se limita a los cítricos. Los nutricionistas insisten en la importancia de los alimentos fermentados, como el yogur o el kéfir, por su capacidad para mejorar la microbiota intestinal, íntimamente relacionada con el sistema inmunológico. También recomiendan incorporar especias con propiedades antiinflamatorias y antioxidantes como el jengibre, la cúrcuma y la pimienta negra. “No se trata de seguir una moda de superalimentos, sino de sumar herramientas naturales que, combinadas, pueden tener un efecto sinérgico notable”, remarcan.
Los médicos clínicos destacan, además, que la alimentación influye en la respuesta al estrés y la calidad del sueño, dos factores que también impactan en las defensas. Un organismo bien nutrido no solo responde mejor a una infección, sino que, en muchos casos, logra evitar que se desarrolle. De ahí que cada vez más profesionales de la salud pongan el foco en la prevención a través de la nutrición, un enfoque que va mucho más allá de la estética o el control del peso.
Incluso desde el plano psicológico, el colorido de una dieta variada tiene un efecto positivo. “Comer alimentos visualmente atractivos y frescos estimula la relación emocional con la comida”, apuntan los nutricionistas, quienes sostienen que una alimentación consciente también ayuda a sostener hábitos saludables en el largo plazo. En ese sentido, el invierno ya no tiene por qué ser sinónimo de platos pesados, calóricos y monocromáticos. Puede ser, en cambio, una oportunidad para explorar sabores, combinaciones y texturas que fortalezcan cuerpo y mente.
En este escenario, los infectólogos remarcan que la mejor medicina es, muchas veces, la más accesible: frutas frescas, verduras de estación, proteínas magras y una rutina sin excesos. “No hay necesidad de fórmulas mágicas si el cuerpo recibe lo que necesita todos los días”, insisten. Y concluyen: “El mejor escudo contra las enfermedades de invierno no está en una receta médica, sino en cómo decidimos alimentarnos día a día”.
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