Felipe VI: diez años de superación y estabilidad en la monarquía española

El rey Felipe II de España pasó a la historia como “El hermoso”; Carlos II fue “El hechizado; Isabel II, “la de los tristes destinos”, y Fernando VII, el rey felón. Cuando el actual rey de España comenzó su reinado muchos supusieron que sería conocido por las generaciones futuras como “El Breve”.

Poca confianza tenían en ese hombre de 46 años que el 19 de junio de 2014 asumía como jefe de estado luego de la abdicación de su padre, el rey Juan Carlos.

Pero Felipe VI lo está logrando y, tras una década en el trono y con una popularidad bastante alta en una España que interpela en forma sostenida y vehemente todas las instituciones, nada presagia que el fin de su reinado esté cerca.

Mérito propio y con algunos chispazos de su esposa, la reina Letizia, talón de Aquiles y su mayor fortaleza al mismo tiempo.

Nadie ayudó a Felipe y a Letizia en este camino pero mucho menos los hizo su familia cercana que fue siempre el mayor obstáculo para lograr la estabilidad.

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El soberano, con el discurso / Web

En su rol de jefe de la dinastía y jefe de los borbones españoles, don Felipe tuvo que lidiar con su padre. Un padre, el rey Juan Carlos, a quien tuvo que retar y echar de la casa como si fuera un hijo díscolo que quiere que lo sigan manteniendo mientras sale de fiesta todos los días y se gasta el dinero en el casino. ¿Qué digo de la casa? Del país lo echó y lo mandó a vivir a Abu Dabi para que se olvide de la amante despechada y para que la justicia, al no verlo, se olvide de los desfalcos cometidos.

Tampoco lo ayudaron a Felipe su hermana Cristina y su marido que, creyéndose impunes, cometieron los delitos de malversación, fraude, delitos fiscales, prevaricación y tráfico de influencias. Ella zafó pero él estuvo preso y aún no ha finalizado su condena. Fue una crisis que Felipe enfrentó y salió bien parado al quitarle a ella los títulos que había recibido y obligarla, al igual que su padre, a vivir fronteras afuera.

Hubo chispazos con su esposa, Letizia, talón de Aquiles y su mayor fortaleza al mismo tiempo

Felipe en eso es muy griego, país cuya cultura ama por haber sido la cuna de su madre, la reina Sofía. Recordemos que en la antigua Grecia el mayor castigo para un ciudadano no era la pena de muerte sino el destierro.

Como rey, fue Cataluña la que más disgustos le dio. El punto de inflexión para el reinado de Felipe fue lo que en España se conoce como el 3O. El 1º de octubre de 2017 habían tenidos lugar en Cataluña un referéndum convocado por la Generalitat que fue considerado ilegal por el gobierno de España. Nunca habían estado los catalanes tan cerca de declarar su independencia y la crisis podía desembocar en una guerra civil. Por eso fue tan importante el discurso del rey del 3 de octubre en el que les dio un tirón de orejas como un padre rígido pero comprensivo. “Hoy la sociedad catalana está fracturada y enfrentada. Las autoridades han menospreciado los afectos y los sentimientos de solidaridad que han unido y unirán al conjunto de los españoles; y con su conducta irresponsable incluso pueden poner en riesgo la estabilidad económica y social de Cataluña y de toda España.” Esas fueron sus palabras. Otra vez fue un padre que puso en vereda a los hijos díscolos.

Felipe, desde hace diez años, es también el jefe de estado. Es el rol más difícil de entender para nosotros, quienes vivimos en un país presidencialista y, por lo tanto, tenemos en una sola figura las funciones de jefe de estado y jefe de gobierno. En las monarquías constitucionales el primer rol lo cumple el monarca y el segundo, el presidente. El rey representa la unidad, lo trascendente, la ecuanimidad frente a disidencias políticas, la estabilidad. En definitiva, el estado soberano para todos los ciudadanos.

La familia real en el balcón / Web

A Felipe VI en esa función lo acompañó la suerte. No porque no haya tenido dificultades. De hecho fue la primera vez desde la instauración de la monarquía que un partido político de izquierda, profundamente antimonárquico, tenía poder dentro del gobierno. Felipe tuvo que bancarse más de un desplante pero, en uno de tantos vaivenes políticos, el partido desapareció. Tampoco la ultraderecha, que ha ido escalando posiciones, es su aliada pero tuvo suerte porque la clase política española está tan desprestigiada que su figura, en comparación, se ha enaltecido.

Pero no solo él cumple diez años en el trono. Su esposa, la reina Letizia, es para muchos, el cerebro detrás del trono. Y ella también ha tenido que librar muchas batallas. La principal con ella misma y su manía de perfección que la hace parecer antipática y poco cercana. Quienes la conocen niegan que sea así pero solo 6 de cada 10 españoles tiene sobre ella una opinión positiva. De la familia es el rey Juan Carlos quien tiene peor imagen que ella. El resto, la supera.

Por los logros de Felipe VI, nada presagia que el fin del reinado esté cerca

Fueron varios los enemigos de Letizia. Desde un primo que publicó un libro contando intimidades que, verdad o no, nunca deberían haber salido a la luz, hasta un cuñado que se autoadjudicó haber sido su amante. Y una prensa canalla, haciéndose eco de estos rumores, divorciándola cada dos o tres años, criticando sus brazos torneados, analizando cada rictus y cuestionando la educación que ha dado a sus hijas.

Hasta ahora de todo ha salido airosa. Y parece ser para el rey una buena influencia sin por eso dejar de ser una piedra en el zapato.

El rey Felipe, hemos visto, ha tenido que hacer de padre para todo un reino. Pero su mayor aporte y orgullo es ser padre de la futura reina de España. Leonor, princesa de Asturias, y su hermana, la infanta Sofía, son las que marcan su rumbo. Felipe y Letizia las están criando a imagen y semejanza, con lo mejor de su madre y lo mejor de su padre. Se han asegurado bien de que ninguna de las dos piense en torcer su destino y de que, además, estén encantadas de que así sea.

La monarquía española es una de las más austeras. Y no solo porque los reyes, comparados con otras casas reales europeas, son los que menos salario reciben sino porque son poco dados a fiestas, oropeles y boato.

Buses plateados en homenaje a Felipe VI / Web

Son, por decirlo de alguna manera, más funcionarios que reyes. En estos diez años han asistidos a 3984 actos, han mantenido 3208 audiencias, han recibido la visita de 91 jefes de estado y han realizado 161 viajes al exterior del país.

Pocos de estos actos han sido “decorativos” o meramente monárquicos. En la mayoría de los casos ha primado lo institucional sin un ápice de frivolidad. Y ninguno de ellos ha significado un autobombo para los propios monarcas.

Muy lejos están de los grandes desfiles militares en honor al rey de Inglaterra o las múltiples fiestas con tiaras que hacen en Dinamarca y los Países Bajos. Por eso nada se esperaba de la celebración por esta primera década de reinado.

Por eso los actos que comenzaron el pasado miércoles y finalizaron el jueves han sido muy bienvenidos. Sobre todo porque le imprimieron a los festejos más cercanía con los actores sociales que con las instituciones.

La familia real en el concierto por los 10 años de reinado / Web

Madrid fue una vez más el escenario que mejor los cobija. La ciudad estuvo toda la semana engalanada y hasta los colectivos circularon ploteados con el artículo de la constitución que define las funciones del rey.

Los reyes y sus hijas se asomaron por primera vez al balcón del Palacio Real para presenciar el solemne cambio de guardia. Al ser en el propio patio del palacio se extrañó que no haya podido haber gran cantidad de gente acompañándolos y el acto resultó un poco frío.

El acto principal, en cambio, fue muy emocionante. Los reyes, acompañados por sus hijas, impusieron la Orden del Mérito Civil a 19 ciudadanos de las 19 regiones de España. Todos ellos han contribuido de manera positiva a la sociedad y se los ha agasajado, además, con un almuerzo presidido por los reyes y con la presencia de los del gobierno.

El almuerzo tuvo sorpresas. El propio Felipe VI se ha parado a explicar a los comensales que la distribución de la gran mesa ha roto con el protocolo habitual y que han intercalado a políticos y ciudadanos galardonados para que puedan escuchar otras voces y conocerse y que sus hijas serán las que están en cada punta para que también puedan confraternizar.

La otra sorpresa fue para el rey. Una vez finalizado el primer brindis se vio a Letizia inclinar la cabeza como señal de que ese era el momento. Sus hijas se levantaron y juntas dijeron unas palabras a sus padres. “Perdón por colarnos, pero también nosotras tenemos algo que decir hoy. Gracias por acompañarnos para recordar que en estos diez años hemos aprendido de nuestros padres lo que significa el compromiso que los cuatro tenemos con todos los españoles. Ahora me gustaría que se unieran a nosotros en un brindis por nuestra madre y nuestro padre, por nuestros Reyes. Porque desde que nacimos nos han enseñado el valor de esta institución, de la Corona, su utilidad para nuestra sociedad y su propósito de servir a todos”.

Las lágrimas que el rey apenas pudo retener dijeron mucho más de él que su propio discurso. No tiene la corona pegada ni el trono comprado pero, contrariamente a lo que se sucedía hace diez años, la monarquía en España no tiembla. Felipe tiene méritos suficientes no solo para no ser llamado “el breve” sino para trascender en su descendencia. Como dicen los españoles ¡VERDE! (Viva el rey de España).

Los reyes, junto a Leonor y Sofía