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Menos nacimientos: las motivaciones matrimoniales que comprometen el futuro

La disminución de la natalidad en Argentina es un fenómeno complejo influenciado por múltiples factores, desde psicológicos hasta económicos

Menos nacimientos: las motivaciones matrimoniales que comprometen el futuro

La determinación de tener familia se aplaza o se anula en algunos matrimonios / Freepik

25 de Mayo de 2025 | 06:31
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Por estos días, caminar por una plaza un domingo al mediodía implica ver menos cochecitos y más perros con sweater. En las salas de parto de los hospitales públicos, la calma reemplaza al vértigo. En los registros civiles, los turnos para inscribir recién nacidos ya no colapsan. Y en los grupos de WhatsApp, donde antes se pasaban datos de obstetras y parteras, ahora circulan links de terapia, memes sobre libertad individual y charlas motivacionales sobre “vivir para uno mismo”. A nivel país, el descenso de la natalidad no es solo un dato estadístico: es un signo de época, un síntoma cultural que merece ser leído con lupa.

Desde 2014 hasta hoy, la caída de los nacimientos en el país ha sido estrepitosa: casi 260.000 bebés menos al año, una baja del 36% en menos de una década. Pero no se trata de una decisión consciente, homogénea ni puramente económica. La tendencia revela, sobre todo, un cambio profundo en el deseo, en las prioridades personales y en la percepción misma de lo que significa traer una vida al mundo. La maternidad, el mandato familiar, la crianza y hasta el amor romántico están siendo cuestionados en simultáneo.

Los psicólogos alarman: cada vez más pacientes verbalizan su decisión de no ser madres o padres como un alivio, no como una pérdida. “La mayoría de las personas entre 25 y 45 años que consultan en terapia ya no tienen al hijo como proyecto vital, sino como una posibilidad remota que tal vez suceda o tal vez no. No lo ven como una deuda consigo mismos”, se escucha entre consultorios. La búsqueda está puesta en la autorrealización, en el cuidado personal y en una vida sin las exigencias históricas del modelo de familia tradicional.

Los sociólogos, por su parte, explican que este fenómeno responde a un reordenamiento de las estructuras vinculares. El crecimiento sostenido de hogares monoparentales, la caída de los matrimonios y la expansión de nuevas formas de pareja, como las relaciones abiertas o el poliamor, son parte de un mismo combo. “Ya no es necesario tener hijos para cumplir un ciclo social. El prestigio, la pertenencia y la validación ahora se consiguen en otros espacios: la carrera profesional, las redes, los viajes o la militancia política o ambiental”, explican.

Si antes la llegada de un hijo implicaba ascenso, consagración o madurez, hoy representa, para muchos, una amenaza a la libertad conquistada. Los terapeutas relatan que la narrativa del “sacrificio” que implicaba la paternidad fue perdiendo peso frente a la del “derecho a disfrutar”. En sesiones, se repite un temor: “Tener un hijo es hipotecar mi vida por alguien que no pidió nacer, y en un país en crisis”.

Se reducen los nacimientos en el país / Freepik

Los coaches ontológicos advierten que esta transformación no sólo es externa, sino interna. “La maternidad y la paternidad se están mirando desde otro paradigma. No desde el deber ser, sino desde el deseo auténtico. Y en ese proceso de sinceramiento, hay cada vez más gente que descubre que no quiere, que no puede o que no le interesa criar”, explican. En lugar de juzgar, proponen acompañar esos procesos de toma de decisión para que no estén guiados por la culpa ni por la presión social.

En el plano económico, el “costo de la crianza” ya se ha vuelto una expresión habitual, casi técnica. Hoy criar un hijo en la Argentina equivale a mantener dos adultos, y eso sólo si se accede a salud y educación públicas. Sumado a eso, los niveles de inflación, desempleo y precarización laboral actúan como inhibidores del deseo reproductivo. Muchas parejas directamente ni lo contemplan. Y las que lo hacen, lo postergan al punto de que, cuando llega el momento, la posibilidad biológica ya es más complicada.

Los sociólogos señalan, además, un punto de inflexión: el masivo a la educación sexual integral y los métodos anticonceptivos no solo bajó los embarazos adolescentes, sino que también empoderó a las personas para tomar decisiones reproductivas con mayor libertad. “Hay una autonomía corporal y una conciencia que no existía hace veinte años. Y eso impacta directamente en las tasas de natalidad”, comentan.

Cada vez menos parejas deciden tener hijos / Freepik

 

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